Si hay mentiras establecidas y aceptadas en nuestra sociedad destacan, en la época navideña, son las cenas o comidas de empresa y de familia. Nunca se reune tanto odio, rencor, falsedad, apariciencia y desidia que en esos eventos. Que nadie se equivoque, yo he asistido a unas y a otras, según las circunstancias, unas veces he ido y otras no, pero eso no me impide afirmar mi posición contraria hacia ellas.
Me parece una ruindad sentarte en la mesa, en un tiempo que debe ser propio y particular como es la cena o la comida, con quien es tu enemigo, declarado o soterrado. O estar junto al mando que te machaca, al que no te escucha, al que pasas de todo, estar cerca de quien está en la empresa enchufado, de quien no hace bien su trabajo, de quien sabes que te critica, de quien ansía tu fracaso para ponerse en tu lugar, de quien no te ayuda nunca, y de quien simplemente coincide contigo 8 horas en un lugar en que el ambos, no quieren estar, pero así es la vida.
Me parece una vileza organizar o acudir a una pseudofiesta familiar junto al cuñado, primo más o menos lejano con el que no te hablas, los suegros que siempre te verán con resentimiento y como alguien ajeno, rodeado de niños ajenos impertinentes, los cuales no ves quizá en todo el año, pero has de sopotar su nula educación y su tontuna evidente. Es denigrante acudir a una mesa cuyo único tema puede ser el tiempo, sabiendo que ni el deporte, ni la política, ni la religión, ni por supuesto, hablar de la propia familia sea posible sin que eso acabe como una batalla campal.
En fin, amigos, como digo yo he sido partícipe de esas bacanales de falsedad, con lo que esta crítica debo endosámela yo también, no es más que una de las mejores pruebas de la inoperante condición humana.
lunes, 18 de diciembre de 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario